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viernes, 27 de abril de 2012

“Trenes, una falta de respeto a la vida”

En los 90, por decisión del gobierno de Carlos Menem, se entregaron en concesión los ferrocarriles. Por entonces adujeron que la razón era una pérdida diaria de un millón de pesos que el Estado no podía solventar. Desde luego, dijeron que la empresa privada mejoraría notablemente el servicio de trenes. Pero el concesionario, lejos de mejorar el servicio y ampliarlo, redujo muchísimos ramales, dejando pueblos sin recursos porque destruyeron su medio de vida. La empresa concesionaria obtuvo subsidios del Estado mucho mayores para sostener un servicio obsoleto, usufructuando los bienes del Estado en su beneficio, con una inversión mínima y deficiente para el mejoramiento del mismo. Las voces de los trabajadores denunciando las irregularidades y la falta de recursos para el mantenimiento adecuado de las unidades no fueron escuchadas por los concesionarios ni por el Estado. Y permitieron que los trenes sigan funcionando sin condiciones de seguridad, lo que revela una falta total de respeto por la vida. Toda entrega de subsidios debe tener una contrapartida, que es el control sobre las empresas subsidiadas sobre todo en este rubro, que tiene que ver con la seguridad de las personas que viajan y donde cualquier error pone en riesgo la vida. ¿Cuál es el beneficio de privatizar un servicio de transporte masivo si la empresa responsable no es responsable? ¿Cuál es la responsabilidad del órgano de contralor que no ejerce control y lo deja en libertad de acción para que siga funcionando? Estas preguntas exigen una respuesta de parte de quienes entregaron el servicio y de quienes no ejercieron el control, para asegurar a los usuarios el cuidado de sus vidas. Es necesario encontrar una solución para no continuar con una sumatoria de conflictos que siga comprometiendo la vida de las personas y que tan ligeramente pretenden adjudicarle la responsabilidad al hilo más delgado, el maquinista.


Fuente : Clarin

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