Cuando hace unos años se planteó el regreso del transporte ferroviario de pasajeros en el Alto Valle, los que investigamos el tema imaginamos un proyecto integral y superador.
En una región con más de medio millón de habitantes distribuidos linealmente en 120 kilómetros, con pésimas vías de comunicación terrestres que atraviesan una zona de producción de alimentos, es casi obvio que el transporte de pasajeros debe realizarse por ferrocarril. La mayoría de la población del Valle vive a menos de dos kilómetros de las vías.
El tren tiene un bajo impacto ambiental, es muy eficiente en el consumo de energía (por pasajero transportado), es muchísimo más seguro que el transporte automotor y debería ser también más rápido y confortable.
Para explotar éstos y otros beneficios hay que realizar importantes inversiones y tener el objetivo de máxima de que la abrumadora mayoría de las personas que se transportan diariamente por cuestiones laborales, administrativas, de estudio, de salud y otras, lo haga por tren y que la existencia del tren también permita movilizarse a personas que hoy no lo hacen; es decir que tenemos una importante demanda existente y una aún mayor demanda potencial.
Para satisfacerlas correctamente necesitamos un corredor por el que puedan circular simultáneamente dos trenes en direcciones opuestas, completamente alambrado, con seguros pasos a nivel y a distinto nivel y preferiblemente electrificado. Con coches motores ágiles y confortables, que cubran amplias frecuencias especialmente en horas pico y con furgón para bicicletas. Con varias paradas a lo largo del recorrido, habilitando nuevas paradas en la terminal de ómnibus y aeropuerto de Neuquén, cerca de las sedes universitarias, de los hospitales y de los barrios más populosos de las ciudades.
Un servicio que realmente otorgue ventajas importantes al estudiante que vive en Neuquén y estudia en Roca, al rionegrino que utiliza el aeropuerto de Neuquén y al trabajador de cualquier barrio, que podrá movilizarse en bicicleta hasta la parada cercana a su casa, subir la bicicleta al tren y bajarse en la parada cercana a su trabajo. Nada muy diferente a lo que ocurre en el mundo y, sin ir más lejos, en Buenos Aires.
La Ruta 22 estaría librada de vehículos de transporte de pasajeros y particulares, disminuyéndose drásticamente la tasa de accidentes y de muertos y beneficiando a las zonas productivas y urbanas cercanas con una menor contaminación auditiva y del aire.
Estamos hablando de inversiones importantísimas. Quizás parezcan utópicas en el contexto actual, pero realmente es un paso adelante en la configuración de las ciudades, en la integración interprovincial, en la eficiencia de las inversiones en infraestructura (aeropuertos, hospitales, escuelas, fábricas, empresas y organismos administrativos), que podrán ubicarse teniendo en cuenta la accesibilidad que este importantísimo servicio les brinda.
Lamentablemente, el mezquino proyecto que va a implementarse muy lejos estará de este ideal. Serán tres frecuencias diarias, que si a alguien le coinciden con sus horarios de trabajo o de estudio será mera casualidad. El transporte automotor seguirá manteniendo la misma cantidad de pasajeros y el tren sólo transportará a una demanda residual. Seguramente generará más trastornos que beneficios, ya que los cerca de cien pasos a nivel seguirán como hasta ahora y los trenes circularán a bajísima velocidad por los mismos, es decir en casi todo el trayecto. Aún no sabemos cuánto tardará el tren en llegar de Roca a Neuquén. Imagino que ante el primer accidente fatal, o ante la primera crisis económica, el tren dejará de funcionar y será uno más de los intentos fallidos.
Creo que en realidad el proyecto a implementarse sólo responde a fines políticos, a decir que se está haciendo algo frente al proyecto ciudadano, y que de ninguna manera va a otorgar beneficios significativos a los habitantes del Valle.
Fuente: Rio Negro
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